No es una gesta heroica fundar una empresa que se ocupe del aprendizaje y el desarrollo. Al contrario, ¿qué podría ser más obvio que dedicarse al desarrollo de los recursos humanos y organizativos en una Europa ilustrada, en una democracia liberal con todas sus oportunidades para aprender y desarrollarse? Pero, ¿es realmente tan obvio? La tendencia a polarizar, a desarrollar imágenes enemigas y a ser irreconciliable a la hora de afirmar la propia verdad parece haber aumentado en toda Europa en los últimos años. El peligro de una sociedad antiliberal e intolerante que no quiere aprender y asocia el desarrollo únicamente con el miedo y el cambio no deseado no deja de aumentar. Soportar la incertidumbre y verla como una oportunidad para dar forma a las cosas parece poco atractivo en comparación con la perspectiva de uniformidad, estabilidad y orden en la propia burbuja de opinión.
Llevamos 20 años persiguiendo un objetivo: promover el diálogo, el intercambio de opiniones y la consiguiente oportunidad de aprender y desarrollarnos en todo lo que hacemos. Para ello, debemos dominar y transmitir un arte: Dudar. La duda nos hace inmunes al igualitarismo fanático, al consumo acrítico de verdades que con demasiada frecuencia ocultan manipulación y afán de poder. El cuestionamiento constructivo y dubitativo es también la sala de máquinas de la mejora, el desarrollo personal y la búsqueda del máximo rendimiento. La duda es el núcleo de nuestra cultura ilustrada, combatida durante milenios contra la autoridad, defendida por filósofos, políticos y científicos. En los últimos años, nos hemos dado cuenta de que este logro no puede darse por sentado. Nuestra libertad para dudar también se defiende en la sala de seminarios.
Nuestra declaración de principios "Lo estándar no basta" no ha perdido vigencia con el paso de los años. Cuestionar las normas para llegar a nuevas ideas y soluciones "fuera de las normas" sigue siendo el núcleo de nuestro trabajo. No dejamos lugar a dudas (por una vez).